¡BUM! Volvió
a caer una bomba justo en la casa de al lado.
Cogí a mis
hijos y nos fuimos lo más rápido posible al refugio que había a tan solo
quinientos metros de nuestra casa.
Permanecimos
allí dos noches e íbamos a pasar la tercera, pero nos ofrecieron coger una
patera pagando muchísimo dinero, para poder entrar en Europa y librarnos de aquel
horror, evitando que nuestras vidas siguiesen corriendo peligro cada segundo que pasaba.
Cogimos la
patera en Latakia, localidad Siria en la que vivíamos hasta que comenzó esta
terrible guerra y donde mi marido había perdido la vida el año anterior en un
tiroteo cuando regresaba a casa del trabajo.
Teníamos
mucho miedo porque al ser tanta gente, la pequeña embarcación se podía volcar,
hundir, romper…, pero después de una larga noche llegamos a tierra.
Al bajar unos
señores nos ayudaron, ofreciéndonos mantas y comida. No sabéis lo bien
que se portaron con todos nosotros.
Luego nos
llevaron a una especie de tiendas de campaña y nos ofrecieron comida y
productos básicos para el aseo.
Allí pasamos varios
meses hasta que nos dieron alojamiento y pude conseguir un empleo para poder mantener
a mi familia.
Actualmente
además de en mi trabajo colaboro como voluntaria en una ONG ayudando a gente
que ha pasado por lo mismo que yo.