UN GOLPE DE SUERTE

Por Susana Blázquez........


¡Pero… vamos, corre que van a volver! Me decía mi madre.
Hace diez años ya y cómo lo recuerdo, como si fuese ayer cuando esto pasó:
Hace diez años, un 31 de enero, mi sueño, como el de muchos iberoamericanos, era cruzar la frontera de Estados Unidos.
Tengo dos hijos, una mujercita de diez añitos, y mi rey, el mayor que ya ha cumplido quince.

Os contaré que los dejé muy muy pequeñitos, pero es cuando tuve la oportunidad de pasar la frontera hacia los EEUU.
Ese día recuerdo que estaba tendiendo la ropa, cuando de repente recibí una noticia que llevaba esperando mucho tiempo y era que había una posibilidad de cruzar la frontera ya que había una zona de escaso control policial.


Cuanto más pensaba en las posibilidades que había de que me deportasen y de que había muy pocas posibilidades de que no me pillasen, me iba haciendo más pequeña moralmente y de hecho, en los últimos momentos, me dieron muchas ganas de volverme para atrás, pero después de todo el largo camino recorrido con mis pequeños y mi madre, ¿cómo iba a regresar?

Llegamos a nuestro destino, pero no todo termino ahí. Después de unas pocas horas sentados mirando el horizonte y la lejana playa, decidimos emprender camino buscando un lugar donde dormir y alimento que llevarnos a la boca.

Como mi pequeño estaba muy hambriento fui rápidamente a un puesto de comida rápida, pero cuando me puse en la fila que había para hacer el pedido, justo cuando me giré para ver a mis hijos y a mi madre, comprobé que no estaban.
Al instante les empecé a buscar con la mirada como una loca y vi que un policía les estaba pidiendo los papeles.
Mi madre dijo que no tenía nada y se la llevaron junto a mis hijos hacia la comisaria………¡De nuevo los deportarían a El Salvador!

Al ver todo aquello no supe que hacer ya que le había dejado a mi madre todas mis cosas y solo tenía el dinero justo para el burrito que iba a comprar.
En ese momento pensé que el mundo se me echaba encima y no sabía que iba a hacer.
No se me ocurría nada, de forma que lloré desconsoladamente hasta que una persona, una persona que se merece el cielo, me preguntó que qué me pasaba.
Yo le conté mi situación y la comprendió.
Esta persona se llama Diego, es estadounidense y piensa de una manera muy abierta. Gracias a él ahora estoy aquí escribiéndote esto.

Cuando Gabriel escuchó mi situación me llevó a un banco que había cerca y me preguntó:
-¿Y qué piensas hacer?
Yo no me moleste en contestarle pues me quedé sin palabras.

-Bueno- me dijo- creo que si a mí me pasase esto tampoco tendría palabras y estaría mucho peor que tú. De momento te propongo dos opciones, la primera es que te voy a ofrecer un poco de dinero y cada uno se marchará por su lado y la otra es que yo tengo casa en la que hay sitio para ti, y podrás tener comodidades.
Yo prefiero la segunda porque no sé si podré dormir sabiendo qué será de ti a partir de ahora.

Como es lógico y con ciertas reticencias tuve que aceptar la oportunidad que se me ofrecía y acepté la segunda opción pues necesitaba dormir, comer y ducharme tras la dura jornada vivida y sobre todo después de haberme tenido que separar de mi madre e hijos de aquella forma tan dramática.

A la mañana siguiente misteriosamente nos levantamos a la vez y para hacerme reír me dijo:
-Vaya creo que si te hubiese conocido a primera hora de la mañana no te hubiese acogido en mi casa.
Un chiste que yo no entendí, pero me tranquilizó diciéndome que era broma y entonces me reí.

Durante el desayuno, en la mesa central de aquella grandísima y típica cocina americana, me propuso otras dos ideas:
-Bueno ya has visto que soy una buena persona, pero con esta propuesta no quiero hacerte sentir incómoda y tienes otras dos opciones:
Quedarte unos días en casa y bueno… convivir como unos buenos amigos o marcharte e irte con un poco de dinero.
Creo que elegiré la segunda Gabriel y…….¡gracias por todo!- le dije tímidamente.

 No hace falta contar más, solo que ahora sigo viviendo con Diego.
Afortunadamente tengo una carrera y él sigue trabajando como siempre. Actualmente trabajo en un restaurante, que dejaré cuando consiga trabajo de lo que he estudiado.

Por último quería desear suerte a todas las personas que están intentando pasar, ya que no es fácil.
Desde aquí les animo a que sean fuertes y miren siempre hacia delante y nunca, nunca hacia atrás, ya que eso les hará hundirse más.

En cuanto a mi madre e hijos, una gran parte del dinero que recaudo en mi trabajo en este restaurante, se lo envío a ellos.
Y en cuanto a mis pensamientos de futuro, deciros que mi carrera está relacionada con la ayuda a estas personas y a otras con diversos  problemas, pero sobre todo tengo en mente emprender una asociación humanitaria para que aquellos que hayan sufrido o estén viviendo una experiencia similar a la mía.

Le deseo que tengan fuerzas, que encuentren apoyo, tanto antes de pasar la frontera como después y que no les falte lo que a mí por suerte me regaló el cielo, alguien tan desinteresado y bueno como mi gran amigo Diego.