EL DEVORADOR DE ALMAS

Por Marta Callejo...


Situémonos, hoy es 20 de noviembre de 1995 y me encuentro en el cementerio de
Camperdown, Australia.
Será mejor que me presente, soy Kate Smith, tengo 19 años y soy detective. Bueno, soy
una detective algo especial pues investigo casos relacionados con los sucesos
paranormales.


Sí, sí, como oís, investigo fantasmas, vampiros, cosas así, porque, aunque
os hayan dicho que nada de que eso existe ¡es mentira!, os han engañado como a críos,
todos y cada uno de ellos existen, de hecho, están más cerca  de lo que vosotros creéis.
Ahora que ya sabéis a que me dedico, comprenderéis mejor que hago aquí.
Y no, no estoy jugando al escondite, que seguramente más de uno lo había pensado; me
hallo aquí investigando el caso de una muerte con violencia pero sin ninguna
explicación.
Miré la entrada del cementerio y seguidamente saqué de mi mochila el informe que me
había prestado la policía.
La víctima, una mujer de 36 años llamada Jess Williams, había aparecido muerta hacía
unas horas junto a la tumba de su marido, al que había ido a visitar, por lo que parece.
Su cuerpo estaba lleno de cortes, golpes, lesiones…Seguramente pensaréis que la
habrán atacado y tal, lo típico, pero no, al analizar el cuerpo no se ha encontrado
ninguna huella dactilar visible y el cuerpo tenía un color blanquecino bastante extraño,
¿la razón? No lo sé.
En ese momento mi mente estaba echa un lío, como cada vez que me encuentro con un
caso complicado como este.
Suspiré pesadamente y me adentré en la oscuridad de aquel tenebroso lugar. Cogí la
linterna con mi mano izquierda mientras que con la derecha sujetaba el expediente.
Estaba siguiendo las indicaciones que había en él  para llegar hasta el lugar donde se
había cometido el crimen.
Me hallaba en una oscuridad total, solo se veía la tenue luz que desprendía mi linterna y
olía asquerosamente mal, lo típico, creo yo.
Después de un rato caminando, llegué hasta el lugar esperado: era una zona llana,
despejada, no había matojos ni matorrales como en el resto del cementerio. Entonces,
me quedé un rato pensativa.
Si el cuerpo había aparecido ahí, quién hubiera cometido el delito quería que el cuerpo
se encontrara, lo cual, me pareció aún más extraño.
Me agaché en silencio y toqué suavemente la tumba del marido de Jess Williams, en
busca de algún detalle que podría haber pasado desapercibido para la policía.
La lápida era rugosa y estaba húmeda, debía de haber llovido recientemente, lo cual
significaría la pérdida de pistas visibles.
En ese momento noté como empezaba a llover, miré el cielo nocturno y comprobé que
estaba lleno de nubes negras. Parecía que se acercaba una buena tormenta.
Decidí que ya era tarde como para seguir en el cementerio, así que me levanté y salí lo
más rápido que me permitieron mis piernas.
Miré la hora, eran las once de la noche, ¡vaya! ¡Si que era tarde! Me había entretenido
un buen rato en el camposanto.
Guardé la linterna y el expediente en la mochila y seguidamente me encaminé hacía la
biblioteca que, a esas horas y con suerte, seguiría abierta.
Caminé rápido, ocultándome entre las sombras, no quería llamar la atención de nadie,
no quería que nadie se fijara en mí.
Al final, llegué a mi destino. Por suerte para mí, la biblioteca seguía abierta, lo cual me
ayudaría en la investigación.
Atravesé las grandes puertas de madera y pasé dentro.
Era enorme y acogedora, eso me encantaba, me hacía sentir como en…¿casa? Sí, tal
vez.
Caminé con buen paso y saludé con la cabeza a la bibliotecaria, como hacía siempre.
Seguidamente me dirigí a la sección de libros sobre demonios y fantasmas, mi favorita.
En ella se hallaban los ejemplares más asombrosos que había visto jamás, desde libros
nuevos y de última generación, hasta volúmenes antiguos que parecían sacados de la
gran biblioteca de Hogwarts.
Me paseé entre las estanterías en busca del libro que necesitaba, algunos se parecían
mucho a mi libro, otros, no tanto.
Después de una larga y desesperante búsqueda, el libro apareció, pero exactamente, en
el sitio equivocado.
Un hombre vestido con una capa oscura lo llevaba en su regazo. ¡No!, pensé. ¡Ese era
mi libro!, ¡el libro que podría solucionarlo todo!
Examiné al hombre de arriba abajo, no podía distinguir sus rasgos, ya que estaban
ocultos tras la capucha que le tapaba la cara. Aquel hombre pareció percatarse de mi
existencia y mi insistente mirada, así que en ese preciso instante, abandonó la biblioteca
llevándose el libro consigo.
Reaccioné rápido y decidí seguirle. Salí de allí en silencio y nada más cruzar la puerta,
noté como alguien me agarraba del brazo y me tiraba contra el suelo.
Dolorida por el golpe, alcé la mirada, conseguí vislumbrar aquella capucha negra que ya
había visto antes y lo último que recuerdo, es que mi fuerza vital se escapaba por
momentos….