¿SANTA CLAUS?

Por Marta Callejo......


Era tan solo una pequeña e indefensa niña cuando ocurrió el accidente…
¿Qué?… ¿Qué accidente?
Escuchad y lo averiguaréis.
Vaya, aún no me he presentado. Me llamo Jennifer, Jenn para los amigos y tengo 16 años.
La historia que os voy a relatar tal vez os asuste, tal vez no, o simplemente os de igual, pero bueno, la intención es lo que cuenta.
Todo ocurrió la Navidad del año pasado, sí, una Navidad que no olvidaría nunca, pasara lo que pasara…

Recuerdo aquel día perfectamente, hacía frío, nevaba y en ese momento me dirigía a casa de mis abuelos junto con mi familia. Ya sabéis, la típica cena familiar de todos los años, en la que se reúne toda la familia y que consiste en comer, cantar villancicos… Sí, sí, todas esas cosas típicas de la Navidad y que trágicamente, a mí me aburrían.

La noche fue tranquila y cuando llegó el momento de volver a casa, un gran sentimiento de alivio inundó mi cuerpo. Subí rápidamente al coche y me acurruqué en el asiento de atrás. Estudié la posibilidad de dormirme en el trayecto, pero la rechacé inmediatamente al ver algo que me llamó la atención. Una gran y robusta sombra avanzaba por los tejados ágilmente y sin detenerse. Pestañeé un par de veces y cuando volví a dirigir la vista hacia los tejados, aquella misteriosa silueta había desaparecido.

Decidí no darle importancia a aquello, seguramente habría sido culpa de mi gran imaginación, ya que no es la primera vez que me juega una mala pasada.
Cuando llegamos a casa me bajé rápidamente del coche y entré en la casa sin perder un segundo, dejando a mi familia aún en el coche.

La casa se hallaba en una oscuridad total, así que no me quedaba más remedio que avanzar hacia mi cuarto a tientas.
Caminaba despacio, con cuidado, pero aún así no pude evitar tropezarme con el árbol de Navidad y aterrizar en el suelo… ¡vaya!, ¡típico de mí!
Y eso no es todo, aparte de tirar el árbol y de caerme, conseguí ver como las figuritas de porcelana de Santa Claus de mi madre se hacían añicos mientras chocaban contra el suelo.

¡Oh!, ¡oh!…¡Estaba metida en un gran lío!
Intenté levantarme del suelo, pero el peso de aquel árbol me lo impedía. Suspiré pesadamente mientras intentaba pensar en alguna solución cuando, en ese momento, empecé a oír ruidos que provenían de la chimenea.
Será el viento, todo tiene una explicación lógica Jennifer, no hay por qué tener miedo.

Nada más pronunciar esas palabras, noté como algo salía de la chimenea que casualmente estaba detrás de mí y de la que solamente me separaba una distancia de unos seis pasos.

El ruido de unas grandes y pesadas botas atrajo mi atención: pum, pum, pum…..Cada vez se oía más cerca, pum, pum….., cada vez había menos tiempo para escapar, pum, pum……… ¡demasiado tarde Jennifer!
Noté una profunda respiración a mi espalda y vi la sombra que se proyectaba levemente, gracias a la luz de la luna que entraba por las ventanas del salón.
No hice ningún movimiento, con la esperanza de evitar atraer la atención de aquel ser o cosa que se hallaba a mi espalda.

Pasaron unos segundos que a mi parecer, se hicieron eternos.
Entonces, algo cogió el gran árbol que me impedía la movilidad y lo volvió a colocar en su sitio.

Al instante giré lentamente para ver de quién o de qué se trataba pero, lo último que consigo recordar de aquella escalofriante noche, eran los rojos y profundos ojos de aquel ser, un ser, cuyo nombre era…. ¡Santa Claus!

Y sí, esa es mi historia, desde aquella noche no volví a ser la misma. Desde entonces aquí me hallo, atrapada y sin poder escapar de esta insufrible pesadilla.

¿Qué dónde estoy?, os preguntaréis. Pues bien, yo soy una de esas almas que Santa Claus se llevó consigo en Navidad, me arrebató todo lo que tenía, mi familia, mis amigos, todo…
Se llevó consigo mi alma y mis sueños, dejando a cambio el gran sufrimiento que eso supuso a mi familia y conocidos.

Porque Santa Claus no es como pensamos, en absoluto, es un ser malvado que se alimenta de almas jóvenes, de la tristeza de las personas, de sus miedos.
Santa Claus no es una leyenda, no es un cuento infantil, es real, muy real y quizás, en este mismo momento, os esté observando a cada uno de vosotros pensando cuándo volverá a actuar.


Marta Callejo